
Era, aproximadamente, la 1.35 de la tarde. El As de Espadas aún no aparecía. La Reina de Corazones empezaba a desesperarse. Con la ilusión que se manifestara la carta, la Reina comenzó a cantar. Se habían puesto de acuerdo para verse. Él le enseñaba a tocar piano; sin embargo, el As no sabia que sería la ultima vez que le enseñaría a tocar a la Reina de Corazones. Se imagino que sería como siempre: pocas palabras, mucha teoría, exuberantes practicas y por fin, evasión de sentimientos. Siempre que le daba clases de piano, obviaba a la Reina, solo era su alumna, no más, tal vez menos. Ésta, se descorazonaba ante la actitud del As de Espadas; sin embargo, intentaba entenderlo y procuraba esquivarlo, cuanto pudiera.
Al fin llegó el As. Era la 1.40 de la tarde. Había tardado diez minutos, aún así, la Reina no pudo ceder a insultarlo. Era imposible e inconcebible ante ella. La sesión empezó como todos los días. Primero, el saludo corto y comprometido, a veces, hasta incomodo; después, la movilización, estaban arreglando el taller y no se podía estudiar piano en ese lugar, entre escombros y polvos estarían perturbados. Perturbada estaba la Reina ante el As altanero. Siempre lo estaba, Entre escombros y polvo ¿quién no lo estaría? Desafortunado, quien observara el cuadro de la reina, reverenciar a un simple profesor de piano; sin embargo, siempre lo vio como un gran As de Espadas y todo lo que envolvía su significado.
Empezó la teoría. Como siempre, Corazones, (de Reina de Corazones) solo se limitaba a escuchar. Cuando empezaron las clases; preguntaba, opinaba y a veces, hasta criticaba. Todo era diferente. Ahora, solo le ponía atención al As. Amaba tanto aprender piano, pero no le gustaba la teoría. En realidad, lo que amaba era tocarlo, hacerlo sonar y suyo. Bailar al compás de las notas, solo entonces, conseguía la libertad; solo, a través de lo suave. Siempre prefería la práctica. “Sin la teoría no lograras nada, pero en la practica está lo lindo y satisfactorio; sin embargo, sin esta teoría no harás nada”. Así le hablaba a la Reina, su profesor correcto, el As de Espadas, cuando ella se ponía renuente a la teoría.
“Piano, que me transmutas en viento,
que elevas mi alma en mi arrobamiento,
que trocas en calma todo lo violento
y lo apacible violentas tornándolo cruento.
Tocándote sé que todavía siento,
que soy sólo espíritu y pensamiento,
que vivo, que muero a todo momento,
que en mí ya no existe ningún sufrimiento.
Tu música me abre al conocimiento;
me rompes y quiebras , me vuelves fragmentos.
De tus teclas brotan mil encantamientos,
me das tu armonía y tu alumbramiento.
Tus notas provocan mi resurgimiento,
mi Pasión y Vida, mi amado Instrumento.”
Avalon
Algo diferente pasaba con el piano, solo él sabia que era la ultima clase de la reina. Y entonces, las anomalías comenzaron. Cuando la Reina lo toco, sintió que sonreía más de lo normal, evitaba emitir los mismos sonidos lindos y redundantes. Ahora, el piano se sentía feliz. Y el As, estupefacto, lo siguió; y la Reina, emocionada, los siguió. Entre la excitación del momento y la confusión de lo sucedido, terminó la clase. Ni las partituras, ni las miradas lograron susceptible al As, pero al final, qué le importaba a su majestad, la Reina de Corazones. Solo con un piano lograba el orgasmo soñado, y ese día lo concibió.
Se perdió amar con planificación, pero ganó a lo que partió con la prudencia: aprendió a tocar la libertad y a sentirse viva. Entonces, la Reina de Corazones partió. Nunca más se volvió a encontrar con el As, y nunca más lo volvió a esperar. Corazones, aún toca el piano y sus orgasmos se vuelven constantes, a su lado. Su amado no la ha abandonado, se siguen amando como aquel día; en el que un As de Espadas, una Reina de corazones y un piano formaron una orgía con la música y la incertidumbre.
Yo, Alicia, todavía no comprendo, pero empiezo conmoverme ante el amor eterno e iluso del piano, y el absurdo y “posible” del As de Espadas.
Excelente!!! Solo trata de respetar la extensión que estipulamos para el texto.
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